Ernesto Carmona (especial para ARGENPRESS.info) – El
líder golpista de la derecha venezolana -Henrique Capriles Radonski –
anunció que visitará Chile, entre otros países latinoamericanos “amigos”
de Estados Unidos, la potencia que al fin de cuentas financia su
agenda, de manera generosa y abierta.
La pregunta es ¿a qué viene?, precisamente cuando el ambiente
político está enrarecido por la creciente polarización de la sociedad
chilena y la represión constante a los movimientos estudiantiles y
sociales.
El clima político está alcanzando su clímax más álgido en los afanes electorales presidenciales que se confrontarán el 17 de noviembre, con la derecha observando con desesperación la evidencia de su derrota en las urnas. Y esta vez esa derrota trae consigo nuevos contenidos, muy distintos a los temas en debate en el último cuarto de siglo, o quizás, mejor dicho, en las últimas cuatro décadas, simplemente porque a 40 años de la muerte de Salvador Allende el país entero se ha desplazado varios grados hacia la izquierda y reaparecieron temas “olvidados”, como nacionalización del cobre, educación gratuita de calidad, salud pública ídem, fin de la previsión social privada, etc.
¿Acaso Capriles Radonski quiere darle su espaldarazo a la derecha chilena? ¿O pretenderá que lo reciba el jefe del Estado, Sebastián Piñera, como ya lo hizo el colombiano Manuel Santos? Sería un notable contraste con la actitud del presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien ya hizo saber que no piensa recibirlo. México, Colombia, Chile y Perú integran el único bloque latinoamericano considerado proclive a EEUU, la llamada Alianza del Pacífico.
Capriles, actual gobernador del estado Miranda, tiene plata para viajar. La derecha golpista que últimamente Capriles lideriza en Venezuela dispone este año 2013 de 1,4 millones de dólares para sus empeños desestabilizadores del gobierno de Nicolás Maduro, tres veces más de lo que recibió el año pasado de la National Endowment for Democracy (NED), la agencia del gobierno de EEUU que, en nombre de la “democracia” precisamente desestabiliza la democracia en terceros países, en aquellas democracias consideradas “hostiles” a los intereses del país del Norte.
La estrategia viajera caprilera es la estrategia estadounidense. Su objetivo es hacer campaña por desconocer los resultados de la elección presidencial que el 14 de abril perdió por segunda vez consecutiva, y nadie puede asegurarle que tenga una tercera oportunidad dentro de 6 años. Por eso quiere tumbar ahora el gobierno de Maduro, mientras Venezuela es víctima de una campaña de desabastecimiento y propaganda negra demasiado parecida a la que sufrió Allende hace 40 años. Sus viajes buscan desprestigiar el sistema electoral venezolano y cuestionar los resultados que marcaron su derrota por 224.268 votos, después de una exhaustiva auditoría y recuento voto a voto solicitados por la propia oposición.
Si recibe a Capriles, Piñera cometería un grave error político, después de llevar adelante una inobjetable política exterior latinoamericana y desempeñar sus roles en la presidencia pro témpore de Celac y también en Unasur. Sobre todo, no puede caer en el juego de Capriles porque el 15 de abril 2013 el gobierno de Chile dijo oficialmente que “destaca el espíritu cívico del pueblo venezolano, que en forma masiva concurrió a los locales de votación y ha expresado su opinión en un ejercicio democrático que se ha desarrollado con tranquilidad”. Esa misma declaración dijo que “el Consejo Nacional Electoral, única autoridad competente en la materia, ha establecido el triunfo de Nicolás Maduro, por lo que el Gobierno de Chile lo felicita por el apoyo recibido”.
El último párrafo “toma nota de la disposición de personeros de gobierno y oposición para realizar revisiones del recuento de la votación, las que deberán ser resueltas conforme al ordenamiento jurídico de Venezuela y con pleno respeto a su independencia y soberanía”. Y esa revisión se hizo, más aún, fue un recuento completo terminado el 24 de mayo.
El gobierno de Piñera también estuvo presente, a través de su canciller Alfredo Moreno, en el juramento de Maduro, el 19 de abril. Quizás esta presencia también haya merecido los soeces calificativos de “traidores a la democracia” emitidos por Corina Machado, la socia-competidora de Capriles en el liderazgo derechista, al referirse a Peña Nieto y a otros mandatarios y personalidades presentes en la asunción de Maduro. Un insulto así, los mexicanos no lo olvidan y creo que tampoco los chilenos.
Capriles, Machado, la derecha venezolana y EEUU, en rigor buscan reproducir en Venezuela aquello que ya ocurrió en Chile hace 40 años, con sus secuelas conocidas de asesinatos, desapariciones, persecuciones, torturas, campos de concentración, represión día y noche, pobreza, salarios bajos… Lo que no tiene Capriles son fuerzas armadas que se interesen en seguirlo, porque las de FAN de Venezuela están absolutamente comprometidas con la Revolución Bolivariana, y quizás por eso la derecha “importa” paramilitares de Colombia de manera permanente.
Tampoco la derecha venezolana tiene un líder como el tristemente célebre Pinochet, aunque él mismo, Capriles, demostró sus cualidades de “prospecto” cuando, en el fracasado golpe de abril 2002 contra Hugo Chávez, sus hordas atacaron la Embajada de Cuba, algo que ni siquiera se atrevió a hacer el difunto dictador. Y, tal como actuaban la DINA y la CNI chilenas, sacaron con violencia de sus casas a los dirigentes pro Chávez que pudieron encontrar para golpearlos, luego encarcelarlos y probablemente asesinarlos. Capriles encabezó en persona el operativo contra la sede diplomática y la captura de un alcalde en su domicilio. Y el llamado reciente que hizo a sus partidarios para “descargar su rabia” por la derrota electoral, cobró 11 vidas, entre ellos niños, ahora, en abril 2013. Capriles, a quien no se le conocen hijos ni mujer, no es un bicho bienvenido en este país llamado Chile.
Una de las pocas voces que ha manifestado contrariedad por esta visita indeseable ha sido la del senador Alejandro Navarro, quien reconoce que Capriles “tiene derecho a viajar donde le parezca”, pero “lo que nos preocupa es que termine involucrándose a Chile en asuntos internos y problemáticas que son propias de la República Bolivariana de Venezuela, la mayoría de ellas derivadas de las dos últimas elecciones presidenciales que el Sr. Capriles ha perdido”.
En una carta dirigida a Piñera, el senador Navarro terminó pidiéndole que haga lo mismo que Peña Nieto: “Confiamos en que ante similar situación, Ud. pueda considerar un criterio similar, de manera de no hacernos parte de una disputa política que, a nuestro entender, no debe extrapolarse a otras naciones y debe resolverse en Venezuela, por los propios venezolanos, soberanamente”.
El clima político está alcanzando su clímax más álgido en los afanes electorales presidenciales que se confrontarán el 17 de noviembre, con la derecha observando con desesperación la evidencia de su derrota en las urnas. Y esta vez esa derrota trae consigo nuevos contenidos, muy distintos a los temas en debate en el último cuarto de siglo, o quizás, mejor dicho, en las últimas cuatro décadas, simplemente porque a 40 años de la muerte de Salvador Allende el país entero se ha desplazado varios grados hacia la izquierda y reaparecieron temas “olvidados”, como nacionalización del cobre, educación gratuita de calidad, salud pública ídem, fin de la previsión social privada, etc.
¿Acaso Capriles Radonski quiere darle su espaldarazo a la derecha chilena? ¿O pretenderá que lo reciba el jefe del Estado, Sebastián Piñera, como ya lo hizo el colombiano Manuel Santos? Sería un notable contraste con la actitud del presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien ya hizo saber que no piensa recibirlo. México, Colombia, Chile y Perú integran el único bloque latinoamericano considerado proclive a EEUU, la llamada Alianza del Pacífico.
Capriles, actual gobernador del estado Miranda, tiene plata para viajar. La derecha golpista que últimamente Capriles lideriza en Venezuela dispone este año 2013 de 1,4 millones de dólares para sus empeños desestabilizadores del gobierno de Nicolás Maduro, tres veces más de lo que recibió el año pasado de la National Endowment for Democracy (NED), la agencia del gobierno de EEUU que, en nombre de la “democracia” precisamente desestabiliza la democracia en terceros países, en aquellas democracias consideradas “hostiles” a los intereses del país del Norte.
La estrategia viajera caprilera es la estrategia estadounidense. Su objetivo es hacer campaña por desconocer los resultados de la elección presidencial que el 14 de abril perdió por segunda vez consecutiva, y nadie puede asegurarle que tenga una tercera oportunidad dentro de 6 años. Por eso quiere tumbar ahora el gobierno de Maduro, mientras Venezuela es víctima de una campaña de desabastecimiento y propaganda negra demasiado parecida a la que sufrió Allende hace 40 años. Sus viajes buscan desprestigiar el sistema electoral venezolano y cuestionar los resultados que marcaron su derrota por 224.268 votos, después de una exhaustiva auditoría y recuento voto a voto solicitados por la propia oposición.
Si recibe a Capriles, Piñera cometería un grave error político, después de llevar adelante una inobjetable política exterior latinoamericana y desempeñar sus roles en la presidencia pro témpore de Celac y también en Unasur. Sobre todo, no puede caer en el juego de Capriles porque el 15 de abril 2013 el gobierno de Chile dijo oficialmente que “destaca el espíritu cívico del pueblo venezolano, que en forma masiva concurrió a los locales de votación y ha expresado su opinión en un ejercicio democrático que se ha desarrollado con tranquilidad”. Esa misma declaración dijo que “el Consejo Nacional Electoral, única autoridad competente en la materia, ha establecido el triunfo de Nicolás Maduro, por lo que el Gobierno de Chile lo felicita por el apoyo recibido”.
El último párrafo “toma nota de la disposición de personeros de gobierno y oposición para realizar revisiones del recuento de la votación, las que deberán ser resueltas conforme al ordenamiento jurídico de Venezuela y con pleno respeto a su independencia y soberanía”. Y esa revisión se hizo, más aún, fue un recuento completo terminado el 24 de mayo.
El gobierno de Piñera también estuvo presente, a través de su canciller Alfredo Moreno, en el juramento de Maduro, el 19 de abril. Quizás esta presencia también haya merecido los soeces calificativos de “traidores a la democracia” emitidos por Corina Machado, la socia-competidora de Capriles en el liderazgo derechista, al referirse a Peña Nieto y a otros mandatarios y personalidades presentes en la asunción de Maduro. Un insulto así, los mexicanos no lo olvidan y creo que tampoco los chilenos.
Capriles, Machado, la derecha venezolana y EEUU, en rigor buscan reproducir en Venezuela aquello que ya ocurrió en Chile hace 40 años, con sus secuelas conocidas de asesinatos, desapariciones, persecuciones, torturas, campos de concentración, represión día y noche, pobreza, salarios bajos… Lo que no tiene Capriles son fuerzas armadas que se interesen en seguirlo, porque las de FAN de Venezuela están absolutamente comprometidas con la Revolución Bolivariana, y quizás por eso la derecha “importa” paramilitares de Colombia de manera permanente.
Tampoco la derecha venezolana tiene un líder como el tristemente célebre Pinochet, aunque él mismo, Capriles, demostró sus cualidades de “prospecto” cuando, en el fracasado golpe de abril 2002 contra Hugo Chávez, sus hordas atacaron la Embajada de Cuba, algo que ni siquiera se atrevió a hacer el difunto dictador. Y, tal como actuaban la DINA y la CNI chilenas, sacaron con violencia de sus casas a los dirigentes pro Chávez que pudieron encontrar para golpearlos, luego encarcelarlos y probablemente asesinarlos. Capriles encabezó en persona el operativo contra la sede diplomática y la captura de un alcalde en su domicilio. Y el llamado reciente que hizo a sus partidarios para “descargar su rabia” por la derrota electoral, cobró 11 vidas, entre ellos niños, ahora, en abril 2013. Capriles, a quien no se le conocen hijos ni mujer, no es un bicho bienvenido en este país llamado Chile.
Una de las pocas voces que ha manifestado contrariedad por esta visita indeseable ha sido la del senador Alejandro Navarro, quien reconoce que Capriles “tiene derecho a viajar donde le parezca”, pero “lo que nos preocupa es que termine involucrándose a Chile en asuntos internos y problemáticas que son propias de la República Bolivariana de Venezuela, la mayoría de ellas derivadas de las dos últimas elecciones presidenciales que el Sr. Capriles ha perdido”.
En una carta dirigida a Piñera, el senador Navarro terminó pidiéndole que haga lo mismo que Peña Nieto: “Confiamos en que ante similar situación, Ud. pueda considerar un criterio similar, de manera de no hacernos parte de una disputa política que, a nuestro entender, no debe extrapolarse a otras naciones y debe resolverse en Venezuela, por los propios venezolanos, soberanamente”.
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