La crisis del euro se está extendiendo a los países del norte de Europa.
Bélgica, Finlandia, Austria, Noruega y Suecia han agudizado sus
problemas financieros. Las calificaciones crediticias de Bélgica y
Finlandia han descendido rápidamente mientras Austria enfrenta serios
problemas con el Banco Hypo Alpe Adria que ha recibido 5 mil millones de
euros del gobierno y está al borde de la quiebra. Francia enfrenta un
alto endeudamiento y un crecimiento estancado. Noruega y Suecia han
sufrido caídas en la producción industrial, el empleo y la demanda.
A decir verdad, Grecia, Chipre y España ya no están en la vanguardia de
la crisis aunque los problemas que tienen estos países son de largo
aliento. La crisis ha comenzado a desplazarse a los países del norte de
Europa y esto no puede ser visto como una tempestad en un vaso de agua.
Hace algunas semanas apuntábamos que las pruebas de estrés del Banco
Central Europeo dan negativo a gran parte de la banca europea y que requieren capital fresco por 770 mil millones de euros.
Los bancos que requieren esta abultada suma (más de un billón de
dólares) no son precisamente de Grecia, Chipre o España, sino que son de los grandes países europeos: Alemania, Francia e Italia.
De aquí son los bancos que están en grandes problemas, y sus magnitudes
amenazan con provocar serias consecuencias en sus países y en sus
vecinos dado que han absorbido millonarios rescates de gobiernos que hoy
están altamente endeudados.
De los 770 mil millones de dinero fresco que requiere la banca, la banca francesa necesita 285 mil millones de euros, la banca alemana 200 mil millones de euros
y la banca italiana 150 mil millones de euros. Esto es mucho más que el
reclamo combinado de Grecia, Chipre y España, por lo que no debe ser
considerado un problema menor.
El Banco Central Europeo, al mando de Mario Draghi, ha ofrecido
cantidades ilimitadas de financiamiento a la banca, sin reconocer que la
banca es un sistema parasitario de la economía real. La cuerda floja de
los créditos es un arma de doble filo que revierte la actividad por la
vía de la deflación y el estancamiento económico. No logra dar un
empuje a la economía real. Las medidas del BCE
no han podido dar un impulso a la inflación, y ésta, en toda la zona
euro, se mantiene muy por debajo de los objetivos de política monetaria.
Por ello existen dos opciones para el tratamiento de estas pruebas de
estrés: o se realizan de manera objetiva y libres de cualquier presión
política; o Alemania, Francia e Italia ejercen toda la presión política
que tienen con el fin de manipular los resultados reales de las pruebas.
De estas dos opciones la segunda no es solo la que pasa más
inadvertida, sino que es también la más amigable para los banqueros
expertos en la manipulación de resultados.