Estados Unidos recortó gastos sociales y despidió a miles de
trabajadores para mantener a flote su economía, sin embargo tiene en la
base naval de Guantánamo una prisión que cuesta anualmente 903 mil 614
dólares por recluso.
La cárcel -considerada por analistas como la más cara del planeta-
fue abierta dentro de un territorio ocupado a Cuba hace más de un siglo,
para encerrar allí a cualquier persona considerada sospechosa de
terrorismo.
Su presupuesto está muy por encima del asignado a los penales
estadounidenses de máxima seguridad, los cuales gastan al año alrededor
de 70 mil dólares por cada interno mientras los centros de menor rigor
mantienen a los detenidos con un promedio de 35 mil dólares.
Según datos del Departamento de Defensa, el complejo carcelario de
Guantánamo tiene una nómina de mil 300 soldados y personas que trabajan
como intérpretes, cocineros, asesores culturales y psiquiatras.
La principal tarea de los 848 oficiales es controlar a los presos
cada tres minutos como mínimo y solo por eso cobran un sueldo promedio
de dos mil 900 dólares al mes.
El Pentágono destina al menos 177 millones de dólares al año en
operar el centro de detención y el sistema judicial marcial de la base
naval, y asignó recientemente otros 50 millones para modernizar los
campamentos militares, construir un comedor y más dormitorios.
Tras la radicalización de una huelga de hambre de al menos 130 de los
166 internos, el presidente Barack Obama retomó en abril pasado su
promesa incumplida de intentar cerrar el reclusorio.
El alto coste del centro penintenciario y sus repercusiones negativas
en los vínculos con países aliados de Estados Unidos fueron las únicas
razones citadas por el mandatario demócrata cuando trató el tema
brevemente.
“Creo que es vital que entendamos que Guantánamo no necesariamente
sirve para mantener seguro a Estados Unidos. Es costosa, ineficaz,
lesiona nuestra imagen internacional. Reduce la cooperación con nuestros
aliados en las labores del contraterrorismo. Es necesario cerrarla”,
dijo Obama a periodistas.
El presidente culpa a la bancada republicana en el Congreso de
obstaculizar la clausura definitiva del penal, pero tampoco ha dado
curso al traslado de 86 yemeníes que siguen retenidos aunque desde hace
tres años recibieron el autorizo de traslado a su país de origen.
La huelga de hambre comenzó el pasado 6 de febrero y trajo de vuelta a
los medios el tema de la polémica cárcel, con mala fama a nivel global
por el uso de prácticas violentas en los interrogatorios, la imposición
severas medidas disciplinarias y la violación de los derechos humanos de
los reos.
Sus protagonistas son en su mayoría ciudadanos árabes que llevan casi
11 años tras las alambradas del reclusorio sin enfrentar cargos
concretos, aislados del resto del mundo, bajo un absoluto desamparo
legal y expuestos a degradantes modalidades de tortura.
Desde hoy y hasta el domingo próximo, activistas sociales y grupos
defensores de los derechos civiles de Estados Unidos marcarán los 100
días del ayuno con múltiples acciones de solidaridad con los huelguistas
y para exigir el cierre de la prisión.
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